Okuda crió a su hijo sola hasta que estaba en la escuela secundaria cuando sucedió algo grave. Un día su hijo llegó a casa de la escuela y descubrió que tenía la cara morada y su ropa tenía manchas de sangre. Preocupado por la seguridad de su hijo, Okuda contactó a la persona que lastimó a su hijo y lo llevó a su casa para hablar. Aquí Okuda se arrodilló y le suplicó, pero para ser aceptada tuvo que tener relaciones sexuales con este estudiante, que era diez años menor que ella. Okuda, por amor a su hijo, accedió a hacerlo todo, pero también se mintía a sí misma sobre la felicidad que le aportaba ese alumno en particular.

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